Sientes las mariposas en tu estómago. Los ojos te brillan de amor. Suspiras con sólo pensar cualquier momento vivido a su lado. Se te dibuja una sonrisa con sólo notar su presencia. Ni te planteas que el amor pueda llegar a terminar.
Llega el momento. Recorres con nervios el pasillo hasta el “sí quiero”. Ni tan siquiera imaginas que el fuego de la pasión pueda llegar a apagarse.
Escuchas por primera vez el llanto desgarrado de tu bebé al salir del calor del vientre materno. Le abrazas con amor para protegerlo y consolarlo. Inolvidable. Ni te planteas que pueda llegar un momento en el que llegues a tener que contar los días para poder ver a tu hijo.
Cuando te casas piensas que es para siempre, pero esto no siempre es así. A veces sucede que cupido os deja de lado.
Un divorcio puede ser la puerta hacia una nueva vida que está a punto de empezar. Y esa puerta puede conducirte a dos caminos:
Un camino te puede conducir a seguir en el conflicto
A dar continuidad a todo lo que viviste en la última etapa del matrimonio que te llevó al divorcio. Te puede conducir a un camino repleto de odio, dolor, rabia, celos, envidia…provocados por ser incapaz de asumir que donde una vez hubo amor, ahora no existe como tal, que donde al principio había voluntad de hacerlo todo en común y ser un equipo, ahora se decide terminar y continuar el viaje de la vida de forma separada.
Un camino en el que continúas persiguiendo el tener razón al ser feliz.
En el caso de mi compañero Javier González, vivió el querer tener razón durante años y eso sólo le llevó a un continuo conflicto en el que los niños estaban en el medio de la batalla. Eso le condujo a una alternación en la forma de custodia (custodia exclusiva materna, custodia exclusiva paterna, compartida en sus formas más variadas…etc.) se nos olvidó que era lo mejor para los niños y sólo queríamos tener razón.
Desde su punto de vista él hacía lo mejor para sus hijos y desde el punto de vista de la madre ella también hacía lo mejor para sus hijos, pero en ningún momento se pararon a pensar, que es lo mejor para los niños.
Como ejemplo, el pasar año tras año por innumerables consultas psicológicas ante la rigidez y las dificultades de mi hijo mayor en relacionarse.
Llegué a cuestionar la validez del diagnóstico de Asperger, pensaba que realmente mi hijo estaba totalmente sano y que lo único que necesitaba era normas, hábitos y rutinas, pensaba de verdad que la madre se desentendía de los niños y que para ella su único objetivo era estar bien ella.
Buscaba no justificar sus dificultades con una etiqueta que le permitiera servir de excusa y en la que refugiarse. Pensaba que lo hacía bien, de hecho mucha gente pensaba que el niño era diferente en función de con quien estuviera. La misma persona si veía a mi hijo con la madre decía que era mucho más rígido, inexpresivo, se le acentuaban más los signos del asperger.
Y si lo veía conmigo decía que parecía un niño normal. En mi casa, se le trataba como si no existiera diagnóstico de asperger.
Esto parece insignificante, pero este hecho, el pretender omitir la etiqueta he descubierto que ha supuesto un gran dolor a la madre, porque pensaba que no quería aceptar que su hijo tenía dificultades y veía como rudo por mi parte que no le permitiera al niño ciertos comportamientos lógicos de su condición de asperger.
Mi experiencia vivida me demostraba que si lo trataba sin etiquetas y como un niño más dentro de mi familia, él se comportaba como tal y rebajaba sus rigideces.
Al final, ambos buscábamos el mismo resultado desde perspectivas diferentes, pero en lugar de intentar entender al otro, simplemente queríamos tener razón e imponer al otro nuestro punto de vista.
Otro camino, sin embargo, te puede conducir a un sendero lleno de alegrías y nuevas bendiciones
A una vida de nuevas experiencias y aprendizajes. Puede suponer poner fin a los conflictos, las guerras, las discusiones, las malas caras, los reproches… provocados por la incomodidad de pretender mantener una relación ya carente de amor. Puede conducir a la aceptación de lo vivido y al decidir empezar de nuevo sin rencores ni reproches.
Lo bueno de esta nueva vida, de estos dos caminos, es que el camino a escoger depende de ti. Sólo, sólo, y solo, depende de ti.
En esta vida hay dos tipos de personas:
Las que viven desde el victimismo
Es decir, aquellas que culpan al exterior de todo lo que les pasa.
Las que todo lo malo lo achacan a la mala suerte, la crisis. Las que en una relación la culpa de todos los males la achaca a la pareja, a los suegros o a los cuñados. Las que siempre tienen en la boca la queja y la crítica, así como el “es que no me entienden” o “la culpa es tuya”. Este tipo de personas es evidente que únicamente tienen en mente como camino a seguir el primero. El del conflicto. El del odio y el miedo.
Todos los que viven un proceso de divorcio se ven afectados de forma emocional y ello termina afectando a su aspecto profesional y personal. Aun no queriendo, te descentras. Vives una montaña rusa de emociones. La vida, tus rutinas, todo lo que conoces y has creado con esfuerzo, se ve amenazado. Todo cambia por completo.
Sin pretenderlo, te encuentras fuera a la fuerza de tu zona de confort y seguridad, y obligado a aceptar nuevamente cosas de tu vida que creías haber superado. Otra vez sin pareja, pero ahora con hijos y preguntándote ¿Quién me va a querer a mi ahora? ¿A mi edad y con hijos, me voy a pasar el resto de mi vida solo?.
En muchas ocasiones, te ves obligado a volver a casa de los padres, aunque sea de forma temporal porque es un momento con muchas incógnitas que debes ir resolviendo paso a paso.
Tu vida estaba organizada para funcionar como un kayak doble en el que los dos ocupantes se sincronizan para avanzar y de repente, en lugar de remar en la misma dirección cada uno rema en un sentido distinto. Tu vida se detiene y parece que no avanzas o das vueltas sin rumbo. Te sientes perdido.
Te dedicas a culpar a tu ex por todo. La señalas como la causante de tu derrumbre personal y profesional.
En lugar de responsabilizarte personalmente prefieres echar las culpas al exterior, para poder seguir colgándome la etiqueta de víctima. Es mucho más fácil ir contando lo mala que ha sido y lo mal que te lo ha hecho pasar. Culpar al exterior de todos mis males, en lugar de asumir todos los males son porque no has sido capaz de aceptar los cambios en tu vida y no has sido capaz de seguir tu rumbo remando sólo.
Luego está el otro tipo de personas:
Las que viven desde la responsabilidad
Las que entienden que todo pasa por ellas. Las que tienen claro que para que las cosas les vaya mejor, ellos tienen que ser mejores. Las que asumen que todo lo que les sucede, para bien o para mal, ha sido creado por ellos y parte desde ellos.
Son personas que no sacan al exterior lo que ellos mismos han sembrado con sus decisiones y comportamientos. En definitiva, son ese tipo de personas que son los directores de su propia película de la vida.
Son los que en una relación asumen y entienden que todo lo que le ha sucedido, para bien o para mal, ha sido única y exclusivamente, responsabilidad de él. Sólo, sólo y sólo de él.
Este tipo de personas son las que por descontado elegirán el otro camino. El segundo. El camino del amor.
Lo que muchos no piensan es que se debe creer ciegamente en el amor, se debe pensar que no has venido a este mundo para estar sólo y sufrir. Una vez aceptado que tu relación se ha terminado y, que en dicho fin tienes tu responsabilidad, debes empezar a ver en este hecho una segunda oportunidad en la vida para vivir con alegría, amor y felicidad.
Es la forma en la que la vida te da la oportunidad de poder volver a empezar de 0 y conocer a otra persona maravillosa con la que compartir y disfrutar de tu día a día.
Gracias a que lo hiciste mal en tu primer matrimonio, aprendes, y ahora valoras cosas que antes ni apreciabas. Cambias tu forma de ver la vida y mejoras en tu forma de relacionarte, y gracias a eso ahora puedes disfrutar de una mejor vida junto a otra persona.
Todo depende de la perspectiva que quieras que domine tu vida.
En Casasempere abogados solo hay un camino a transitar en esta vida y una forma de entender esa vida. Es el camino del amor y es vivir la vida desde ese amor y desde la responsabilidad CIEN POR CIEN.
Es el camino de ser feliz a tener razón. Es el camino de encauzar legalmente cualquier divorcio desde este enfoque.
¿Y qué es transitar este camino desde el amor y la responsabilidad? ¿cómo se afronta de esta manera un divorcio?
Transitar tu vida y divorcio de esta manera es asumir el 100% de responsabilidad en todo lo que hemos vivido en el matrimonio y nos ha pasado, y que nos ha llevado hasta aquí.
Es entender que tu pareja hizo lo mejor que sabía hacerlo, tanto en ese momento en que decidiste divorciarte, como ahora mismo al tomar algunas decisiones que no entiendes ni comparte. Es aceptar que tú en su lugar hubieras hecho lo mismo.
Es reconocer el divorcio como lo mejor que te podía pasar en ese momento. Es verlo como un aprendizaje más para crecer y ser un poquito mejor como persona, pareja, padre, madre, etc.
Es tener claro que tu pareja quiere a los niños de la misma manera que los quieres tú. Que para él o ella sus hijos son como para ti. Lo mejor que les ha pasado en esta vida.
Es tratar de solucionar cualquier cuestión que afecte al divorcio y a los niños desde el amor, el acuerdo mutuo, la responsabilidad y, sobretodo, el entendimiento de que en un divorcio la relación de pareja se ha acabado pero no la relación padres hijos. Es seguir actuando de manera que para los hijos el padre siga siendo el príncipe y la madre la princesa.
Es ser ejemplo de amor y responsabilidad para ti y tus hijos, y es seguir inspirando a tus hijos con tu ejemplo y compromiso, a que ellos también elijan en un futuro y transiten ese camino maravilloso de amor y responsabilidad.
Es definitiva, es vivir desde el amor y no desde el odio, desde el aprendizaje y no desde rencor. Desde el ser feliz a tener razón. En Casasempere abogados te animamos a que vivas así.
¿Qué camino vas a escoger tú?
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