¡Eres mal padre! ¡Eres mala madre!.
Este es el calificativo más frecuente que se regalan los padres recién divorciados.
Este, y otros muchos más.
¡El único culpable de toda esta situación eres tú! ¡Eso es mentira! Pero ¿Cómo puedes ser tan cínico? ¿Cómo tienes la cara de decir todas esas barbaridades sabiendo que no son verdad?
Padres enfadados, encolerizados por la rabia, desgañitándose culpabilizando a las madres porque les han impedido ver a sus hijos.
Madres llorando desconsoladas, rotas de dolor e impotencia porque consideran que todo lo que oyen saliendo de la boca de los padres es mentira.
Denuncias cruzadas por las situaciones más absurdas, la maquinaria de la justicia en marcha y miles de euros gastados en trámites que de haber podido mantener la tranquilidad, la calma y la cordura hubiera sido posible solucionar tomando un café.
Si todos los padres que inician un proceso de divorcio mantuvieran el foco en buscar el interés común de sus hijos y pudieran mantener la calma, acabaríamos con los duros enfrentamientos en los juzgados.
¿De verdad crees que el mejor camino para tener una futura relación cordial como padres es denunciar a tu ex pareja?
Absurdas situaciones de enfrentamiento con malas caras, reproches y un constante pensamiento en la mente de ambos. Buff!!! ¿Cómo he podido estar tan ciego/a y he podido vivir todos estos años con esa persona?
En nuestro papel de abogados nos toca escuchar y creer en la versión de los hechos de nuestro cliente. Los años de experiencia a las espaldas nos ayudan a poner en cuarentena determinados comentarios y hechos que llegan a nuestros oídos. Somos conscientes de que cada una de las partes tiene y ha vivido su verdad, y al escuchar ambas versiones es como si cada uno hubiera vivido una historia completamente diferente. Y muchas veces nos preguntamos, ¿cuál es la realidad de lo vivido en común?
Ese es el duro papel de los jueces, fiscales y abogados. Aunque en muchas ocasiones la justicia parece ciega ante los sentimientos de las personas, en ocasiones vivimos episodios de humanidad en los que las actuaciones de los propios padres parecen las más insensibles y absurdas hasta a los ojos insensibles acostumbrados de la justicia.
Esta semana hemos tenido la oportunidad de participar en nuestro papel de abogados en defensa de una madre denunciada por su ex marido por un supuesto delito de revelación de secretos. Acusada de haber accedido a los mails y el WhatsApp de su ex marido y de descubrir una supuesta relación amorosa con una tercera persona, que ha desembocado en el divorcio y en una lucha en el juzgado por la custodia de las hijas menores.
El dolor de la madre ante la supuesta traición reiterada a su amor y confianza. El dolor del padre ante la supuesta acusación falsa por hechos que el niega ser verdad, hacen que ambos dirigidos por el dolor terminen entrando en un bucle de denuncias por los hechos más extravagantes.
Hemos podido tener el privilegio de asistir a un intento de conciliación en el conflicto que ambas partes vivían, animado al entendimiento por parte del Fiscal y la Jueza. Ha sido esperanzador ver como siguen existiendo personas de corazón tras esas togas negras y casi siempre semblantes serios. Ha sido un precioso gesto ver como al margen de su función trataban desde su autoridad poner cordura en una situación carente de toda lógica a los ojos de todas las partes intervinientes menos a los ojos dolidos de los propios padres enfrentados.
Unos padres que han olvidado que una vez se amaron, y que fruto de ese amor tienen dos hijas menores en común y que por desgracia, ahora viven sumidas en el dolor de la ruptura.
Antes de entrar a declarar, hablando en el pasillo con la clienta, le preguntamos en privado sobre si su ex pareja era buen padre. Su respuesta fue un inmediato “no es mal padre, tan solo no está acostumbrado a ejercer ese papel”.
Como sucede muy a menudo, por desgracia se suele confundir no haber tenido un papel activo con no querer. Y se quiere creer que no va a saber.
Nadie hasta este momento ha sabido explicar a esta madre preocupada que no es necesario cronometrar al milímetro el tiempo de visitas. Que no pasa nada malo porque el padre esté más tiempo del estrictamente estipulado en el acuerdo con sus hijas. Que no hay nada malo en saltarse las visitas programadas y ajustarlas en otro tiempo en el que padre e hijas puedan compartir espacio.
Si lo que de verdad quieres en el futuro es que tus hijas sigan teniendo un padre como se merecen y se acostumbren lo más pronto posible a pasar tiempo con él, lo mejor que puedes hacer es favorecer ese tiempo.
Y a la vez, nadie le ha dicho a ese padre que si debido a sus actos ha perdido la confianza de su ex, ahora todo cuanto haga o diga va cargado con un plus de desconfianza. Debe ser paciente y debe volver a ganarse la confianza perdida. Y, sobre todo, por el bienestar de sus hijas, debe evitar criticarla y entrar en descalificaciones mutuas.
En fin, lo que siempre decimos. El conflicto sólo atrae más conflicto.
Cuando nos llegan situaciones como estas, siempre viene a nuestra memoria el recuerdo de un cliente que apareció en nuestro despacho portando una gran maleta de viaje. Cuando llegó al despacho, pensamos que tras la visita tenía que irse de viaje. Cuando le preguntamos por la maleta, la posó sobre la mesa del despacho, la abrió y sacó todas las denuncias que acumulaba a lo largo del primer año tras su divorcio.
Era el típico padre sumido en el dolor que ante la más mínima oposición, lo entendía como una provocación y lo arreglaba con una demanda o denuncia. No sólo mantenía el conflicto en la vía civil, con su demanda de divorcio sino que su enfrentamiento se había trasladado incluso a la vía penal. Su vida era el odio, el conflicto y la guerra, y lo único que atraía era más conflicto.
Muchos abogados de divorcios se habrían frotado las manos pensando en la cantidad de miles de euros en procedimientos, pero la verdadera realidad es que en lo único que pudimos pensar es en ayudarle. No en ayudarle a ganar los numerosos juicios que traía, sino ayudarle a salir del conflicto en su vida. Es una auténtica pena acabar entre un mar de denuncias con la que es el padre o la madre de tus hijos.
Fue necesario un año entero de saber escuchar, hacer razonar y tratar de imponer cordura. Horas y horas de conversaciones en las que pudimos poco a poco hacerle entender que debía cambiar la forma de ver todo lo que vivía. Donde el veía provocación, nosotros veíamos falta de entendimiento y un dolor muy reciente.
Hemos tenido que escuchar más de una vez a algún que otro compañero decirnos:
¡Nosotros somos abogados no psicólogos!
Ante ello, lo que siempre nos gusta contestar es lo siguiente: Ante todo somos personas. La diferencia, querido compañero, es que en Casasempere abogados hemos vivido en persona un proceso de divorcio verdaderamente conflictivo, y hemos caído en estos mismos errores, por lo que nosotros sabemos en lo que hemos fallado. Hemos vivido durante años en esa guerra y somos conscientes que no es el camino. Sabemos que el resultado de tanta guerra es distanciamiento, rencor, dolor, odio, etc… Somos conscientes de lo que está fallando y es una pena ver que van a arruinar su futura relación como padres.
El paso del tiempo y tener como único objetivo común querer lo mejor para los hijos es la mejor guía para pasar página.
Que la más mínima conversación termine con ambos alterados, perdiendo los papeles y gritando reproches hace que se viva denuncia tras denuncia. Que se llegue a pedir pena de prisión para el padre o la madre de tus hijos es lo más triste a lo que se puede llegar tras haber vivido una relación de amor.
Y sin ninguna duda, uno de los papeles más complicados de los abogados de divorcio y de todos los abogados en general es mantener la imparcialidad. No contaminarse por un deseo de querer ganar, y ayudar al cliente, a toda costa y por encima de todo. La pasión, el deseo de ayudar y creer como única verdad lo que nuestros clientes nos cuentan, hace que en muchas ocasiones nos ceguemos a la verdadera realidad de lo ocurrido.
Pasamos horas, meses e incluso años junto a nuestros clientes, escuchamos sus más íntimas confesiones de lo que ha sido su vida. Bueno, más bien su percepción de lo que ha sido. Porque cuando esos hechos se ponen en común con lo vivido por la otra parte en las declaraciones de los juzgados, se descubre que algo no termina de encajar. ¿Quién está contando la verdad?
En muchas ocasiones las personas responsabilizan a la justicia (jueces, fiscales, abogados…) del resultado de las sentencias de divorcio. Golpes en el pecho gritando la injusticia de la ley por no atender sus concretas peticiones. ¡No me han querido dar la razón! ¡Que injusticia!
Pero no se dan cuenta de que la gran RESPONSABILIDAD es personal y propia.
Durante el primer año tras la ruptura de pareja lo más habitual es vivir cegado en el rencor, el odio y el dolor. ¿Dónde quedó el amor? ¿Cómo es tan fácil olvidar que una vez hubo amor y que ese amor dio como fruto a unos maravillosos hijos?
Es mucho más fácil culpabilizar al otro que empezar a responsabilizarse. Echar balones fuera que asumir la propia responsabilidad personal. A nosotros nos gusta preguntar:
¿Qué has hecho tú para llegar a este resultado? ¿Qué estás haciendo para continuar en este conflicto?
Lo vemos a diario. A la pregunta ¿No te das cuenta de que vives en el dolor?, la respuesta es, ¡Yo no!, es él o ella que no quiere darse cuenta y no quiere negociar conmigo. Sólo me odia y me desea lo peor. Siempre la mirada puesta en el otro y no en mí.
Y todo se complica si, además, los profesionales que se suponen que deben imponer cordura y ser imparciales y objetivos, se mimetizan con su cliente y se dejan contaminar hasta el extremo por la percepción de la realidad de su cliente.
Así lo pudimos vivir una vez más esta semana con el abogado de la otra parte, el marido. A la pregunta dirigida por su señoría a nuestro cliente “¿Usted ya conocía antes al letrado, verdad”?, y la tímida respuesta “Sí, es amigo íntimo de mi ex marido”, la jueza asintió como queriendo decir ahora lo entiendo todo.
Salió ese ánimo en querer tener la razón por encima de todo. Esa falta de querer conciliar. Este no es el camino, aunque entendemos que ese abogado, el compañero, lo hizo lo mejor que supo.
El mejor favor que le podemos hacer a nuestros clientes como abogados de divorcios es abrirles los ojos a la realidad. Por el bien de sus hijos es mejor decirles donde se están equivocando. Que van a conseguir al querer continuar por ese camino erróneo.
Todos debemos conocer y asumir nuestra responsabilidad en el resultado al que hemos llegado y, por el bien de los hijos, lo mejor es empezar a dar pasos para tratar de salvar la futura relación de padres.
No hace falta ser amigos. No hace falta llevarse bien. Simplemente hay que ser padres. Y acudir a un juzgado denunciando al otro es el peor medio para mantener la cordialidad.
Si eres padre o madre y tienes continuos problemas con tu ex pareja, antes de denunciarle, te pedimos por favor que te pares y te preguntes
¿Este es el mejor camino para el bienestar de mis hijos?
Cuéntanos en nuestra sección contacto qué experiencia has vivido tú en el juzgado. Qué te conmovió por dentro y te demostró que detrás de los jueces, los fiscales y los abogados hay personas con un enorme corazón.