Es increíble como puede cambiar la situación en un proceso de ruptura de pareja, con el solo caminar de las agujas del reloj. De ver a tu hijo prácticamente a diario, a estar ya más de 8 meses sin verlo, abrazarlo o sentirlo cerca. Y lo peor de todo, el juzgado acaba de comunicar que las entrevistas con el gabinete psicosocial, para poder hacer el informe psicosocial, acababan de agendarse para finales de octubre.
¡Ufff! Sabía que esto iba a ser duro, pero nunca se había imaginado que llegaría a dolerle tanto el no tener cerca a su hijo.
Sabía que antes de final de año, como muy pronto, y siendo excesivamente optimista, iba a ser complicado que se señalara el juicio. Eso iba a suponer el tener que soportar sin abrazar a su hijo más de un año entero.
La expresión de su cara era de absoluto dolor. Sus ojos estaban tristes y muy apagados. Se le veía agotado de derramar lágrimas en la intimidad de su cuarto, cuando nadie le veía, y ya no tenía fuerzas de aparentar ser fuerte. En ese instante, podía realmente expresar todo lo que sentía, y, ante el mínimo recuerdo de su hijo, las lágrimas corrían por su mejilla.
Es desgarrador ver el sufrimiento de un padre cuando, como en este caso, se ponen por encima los intereses personales frente al bienestar de un niño. Por el simple hecho de salir victoriosa, y demostrar quién tiene el poder, se obligaba a un niño a estar sin el calor de los abrazos, los besos o las risas de su padre.
La sentencia podría decir sobre el papel que estaba condenado por violencia de género, pero lo que es indiscutible es que ese padre, hasta la fecha, se había desvivido por el bienestar de su hijo. Era y es buen padre y buena persona, pero cometió el error de olvidarse de sus valores, y dejarse arrastrar por un mundo que no le pertenecía. Y todo por enamorarse de la persona equivocada.
Es curioso cómo puede cambiar todo en unos pocos meses. De alternar por semanas con su hijo, a protagonizar la peor de las pesadillas en vida que una persona puede llegar a experimentar. De ver casi a diario a su pequeño hijo, a no poder tener contacto alguno y no saber donde, con quien y como estará. A sufrir el peor de los silencios, el de la ausencia de noticias, y el tormento de la mente que interpreta esos silencios desde el mayor de los miedos, provocando que cada día vivas en una angustia vital permanente.
En Casasempere abogados siempre decimos que en los divorcios la ausencia de noticias es sinónimo de buenas noticias, sin embargo, cuando te toca vivir en persona ese silencio, se te hace bola y es un trago difícil de digerir.
Sólo cuando pasas por una situación así, empiezas a identificar este dolor. Solo cuando sientes lo mucho que duele, y entiendes de verdad lo mucho que se sufre, empiezas a mirar a otros padres o madres de otra manera. Ahora ves que reviven tu mismo dolor con otros ojos.
Varios habían sido los intentos de alcanzar un acuerdo, que permitiera poner fin a una absurda guerra judicial, guerra que este padre, por su condena penal, tenía perdida incluso antes de empezar.
Su dolor le había arrastrado a una guerra, que sólo él podía solventar asumiendo su total responsabilidad, y aceptando los aprendizajes que esta experiencia le estaban enseñando.
De tener todas las opciones de disponer de una custodia compartida, de estar de hecho ejerciendo una custodia compartida semanal, a tener que soñar con que el juez le concediese un régimen de padre visitador lo más amplio posible, y esperar dos largos años para empezar a tener más opciones junto a su hijo.
El acuerdo se veía muy lejano, pues en la primera vista ya querían que el padre no pudiera pernoctar con su hijo hasta que no cumpliera 6 años, a pesar de que, semanas atrás, había compartido todo su tiempo con él.
Contra todo pronóstico, llegó ese mail con un hilo de esperanza. Era el abogado contrario proponiendo un posible acuerdo.
Muchas de las pretensiones que pedían eran descabelladas, pero, con las fichas sobre el tablero, ahora tocaba tragarse el ego y valorar las opciones para poder abrazar a ese niño.
¿Ir a juicio o llegar a un acuerdo?
El eterno dilema. Es curioso como, cuando cierras un acuerdo y ya tienes asegurado en tu bolsillo lo que te han ofrecido, la mente empieza a pensar que es poco y que se podía haber conseguido más. Te empiezas a olvidar de la situación en la que te encontrabas antes del acuerdo.
Sin tenerlo firmado, como era costumbre, empezaron las peticiones y exigencias de nuestro cliente. Todos sin excepción, nos olvidamos de lo mucho que hemos sufrido y pasamos por alto el verdadero objetivo. Queremos conseguir más para sentirnos ganadores.
Lo difícil de llegar a un entendimiento y evitar el enfrentamiento judicial es tener claro hasta dónde puedes tensar la cuerda del acuerdo, sin romperla y caerte para atrás.
Lo vemos a diario. Acuerdos que están prácticamente cerrados se van al traste por pequeños detalles que son realmente irrelevantes. Por el simple hecho de querer tener la razón y no admitir algo que realmente no es lo importante, dinamitamos nosotros mismos todas las posibilidades de entendimiento o acuerdo.
Siempre es mejor el peor de los acuerdos que el mejor de los juicios. ¡Qué pronto la esperanza alimenta el fuego de ego y se olvida de que durante meses no has visto, oído ni sentido a tu hijo!
La avaricia siempre rompe el saco. Todo parece poco, pero cuando partes de cero, de no tener nada, hay que valorar mucho más eso, que ahora parece tan poco, porque en realidad, en determinadas circunstancias, puede ser un mucho. Sobre todo, cuando tú mismo, con tus actos previos, has provocado una situación de desventaja y, además, en frente tienes una persona que no tiene remordimientos por luchar en un juzgado y pretender tener la razón.
Para entenderlo, pongamos en antecedentes de la situación que vive el protagonista de nuestro post de hoy.
En un desafortunado episodio, en el que nuestro cliente como una mosca que se posa confiada sobre los hilos de una tela de araña, había quedado atrapado en las redes que su pareja le había preparado, la mezcla de alcohol, drogas y sexo, aderezado con palabras envenenadas, provocaron sus celos, dando como resultado un más que vergonzoso audio, que reflejaba un desafortunado momento del final de su relación, en el que este padre había perdido su control gritando, insultando y amenazando.
6 minutos de un total vivido de más de 2 horas, eran más que suficientes para su condena. Escucharlo le avergonzaba hasta a él, ya que no se reconocía. Me decía “ese no soy yo. Estaba ido, ni recordaba haber dicho tantas barbaridades”.
No nos cansamos de repetirlo. En los juzgados son fundamentales las pruebas. No basta con tener la razón, hay que poder demostrarlo, y, en este caso, ella, que ya había recorrido este mismo camino, había hecho los deberes con suma diligencia.
La mezcla de pruebas adecuadas y una más que nefasta defensa al cliente del anterior abogado, le hicieron terminar irremediablemente condenado. Tras el vergonzoso juicio, desesperado por que se sentía naufragar y veía que iba a terminar condenado, decidió volver a contactar con nosotros.
Es curioso como dos meses antes de que todo su mundo estallara, había tenido una sesión por video conferencia con nosotros, y le habíamos advertido y aconsejado todas las precauciones que debía tomar para disponer de esas pruebas.
Pero cuando uno está enamorado no quiere creer que la otra persona sea capaz de algo así. Y la otra persona sí lo fue. Este pobre hombre aprendió la lección de la peor de las maneras. Viviéndola y, además, con dolor.
Sin embargo, decidió contratar los servicios de un abogado local a su población de origen, pensando que, por cercanía, contacto diario con el juzgado, iba a estar mejor representado. Ese día firmó su sentencia de condena.
Ver la grabación de la vista, era el mejor ejemplo de todo lo que no se debe hacer en una sala. Falta de preparación, desconcierto, duda, su propia declaración le había ayudado para su condena.
Ese padre llegó a nosotros rogando un milagro. Nos remitió las grabaciones y todos los datos del juicio. Sólo podíamos confirmar lo que era más que evidente. Le iban a condenar seguro. Y así se lo dijimos, y así paso. Sin embargo, todavía podíamos darle la esperanza de la vía civil, de aquel que, al menos, acude a la batalla a plantar cara, a pelear hasta el último aliento, para conseguir el máximo de tiempo posible con su hijo.
Con una condena penal por violencia todo cambiaba para ese padre. Automáticamente perdía, pese a ser un excelente padre, la posibilidad de atender y cuidar a su hijo en custodia compartida.
Se puede haber fracasado en la relación de pareja, pero no por ello se tendría que impedir el seguir ejerciéndose el papel de padre, si, como en este caso, se es buen padre.
Sin embargo, por desgracia, las normas están así, y eso provoca que en muchas ocasiones se haga un uso abusivo de las mismas, impidiendo que excelentes padres puedan compartir su tiempo en igualdad con sus hijos.
No servía de nada atormentarse. Ya no se podía volver al pasado. Ahora solo podíamos ayudarle a que aceptase su responsabilidad. Aun así, nos hubiera gustado haber podido defender a este padre como realmente se merecía. Haberle dado la esperanza de una mínima oportunidad de absolución y haber podido optar a la custodia compartida de su hijo.
El acuerdo, plasmado en el convenio regulador de divorcio, estaba preparado, pero ahora la duda era: ¿qué pasa si mi ex no quiere firmar el convenio?
Durante la última semana de este mes estuvimos a diario recibiendo variaciones, matices y cambios, tratando de aproximar las posturas que permitieran formalizar el acuerdo.
A diario contestábamos con nuevos matices, que permitieran aceptar lo que nos proponían, pero tratando de garantizar también la posición de nuestro representado.
Si no firmaba, a este padre no le quedaba más remedio que seguir esperando a que señalaran la vista y a que todo terminase para poder abrazar a su hijo.
Realmente quien salía perdiendo era su pequeño hijo, que seguiría sin recibir el inmenso amor de su padre.
Ayer, a última hora de la noche, por fin, se cerró el acuerdo, y esta misma mañana se ha estado gestionando la firma para su presentación en el juzgado, firma y acuerdo que se han llevado a cabo, y se han presentado al juzgado para parar el procedimiento contencioso.
La mejor forma de vencer el desacuerdo con el convenio regulador es aceptando peticiones y proponiendo cuestiones que construyan, en beneficio de todas las partes, y no sólo aquellas que sean de interés de nuestro cliente.
En los acuerdos, ambas partes deben sentirse ganadoras, y ambos deben saber ceder parte de sus pretensiones. Si tu idea es que la otra parte firme todo lo que tú deseas, jamás vas a conseguir un acuerdo.
El éxito en este caso pasó por eso. Por explicarle a nuestro cliente esta situación, y su crecimiento interior, su capacidad de aceptar su responsabilidad y el amor por su hijo, le hicieron entender que para cerrar un acuerdo también debía ceder y admitir.
Hoy estamos contentos porque, esta misma tarde, un hijo va a volver a sentir los cálidos abrazos de su padre, va a volver a escuchar su voz y van a poder reír juntos.
Hoy, contra todo pronóstico, vuelve a triunfar el amor. Una vez más, la vida da un giro milagroso en los acontecimientos que vivimos, y hace que se pueda cerrar un acuerdo entre dos padres, que del amor pasaron al odio, y terminaron por sentir repugnancia con sólo pronunciar el nombre del otro.
En Casasempere abogados nos encanta cuando los padres consiguen entenderse y plasmar un acuerdo en un papel. Lo hemos vivido muchas veces y es maravilloso. En este vídeo tienes uno de esos casos.
Nunca pienses que algo es imposible. Solo es imposible aquello que nunca se intenta. Nunca te quites posibilidades. Los milagros existen a diario. Cada uno los crea. Nosotros los vemos cada día en nuestra profesión.
Esta tarde nos encantaría poder compartir ese abrazo entre padre e hijo, después de 8 meses sin verle. Le hemos pedido al cliente que inmortalice esa foto y nos la mande.
Dejar de lado los enfrentamientos y el conflicto, asumir tu responsabilidad, y empezar a construir el futuro junto a tu hijo, te aseguro que es la mejor de las recompensas. Es lo mejor para ti y tu felicidad. Y también para nosotros. Es la mayor satisfacción que se puede tener en nuestra profesión y para lo que decidimos ser abogados. Para ayudar y hacer feliz a la gente.
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Muchas Gracias
Javier González González
Padre, Divorciado y experto apasionado del Área de Familia en Casasempere abogados