Al abrir la puerta del despacho pude notar el dolor reflejado en su rostro. Se sentía una mujer a la que la vida, hoy, le suponía un gran peso sobre sus hombros. Esa mujer era la viva imagen del sufrimiento en vida. Se había olvidado de vivir.
Físicamente, muy delgada, y con una cara que aparentaba muchos más años de lo que marcaba la fecha de nacimiento de su DNI. Le costaba subir la mirada. Sus ojos, siempre mirando hacia el suelo. Se notaba su miedo fluyendo por su cuerpo, ya que era incapaz de fijar la mirada en mis ojos. Su voz eran pequeños susurros, casi ni se apreciaba, y las lágrimas no cesaban de brotar de sus ojos con cada pregunta que me hacia.
Su imagen era el reflejo de la tristeza, y de la mucha angustia acumulada durante años. Para esa mujer, estar presente, se había convertido en una pesada carga.
Se habían apagado sus ganas de vivir. Estaba muerta en vida. Ya no sonreía. Su rostro era la viva expresión del dolor, de aquella persona que se ha acostumbrado a ser infeliz.
Es curioso, era una mujer moderna, con formación universitaria, con trabajo, pero a la que el peso de los años la había consumido.
Lo había visto innumerables veces, pero en esta ocasión ella tenía una ventaja, disponía de libertad económica. No era como muchas otras mujeres que necesitaban depender de sus maridos para poder vivir.
Con sólo 10 minutos de conversación, pude advertir el profundo miedo que invadía a esa mujer. Era el mismo terror que había visto tantas veces en otras muchas mujeres. Tenía auténtico pánico a perder a sus hijos si tomaba la decisión de divorciarse.
Por el simple hecho de pronunciar las palabras custodia compartida, se echaba a llorar amargamente. Se notaba que hacia años que se había olvidado de ser ella misma, y había encontrado su único refugio en atender y cuidar de sus hijos.
La habían enseñado a ser madre por encima de todo y se había olvidado de que, además, debía de seguir siendo mujer. No se puede dar felicidad a los demás si te olvidas de estar feliz contigo mismo.
Era la viva imagen de una persona destruida. Sentía el peso de aquel que piensa que se merece todo su dolor, por haber fracasado en su matrimonio y relación de pareja.
Sus labios expresaban tiempos pasados:
“¡Madre mía! ¡Qué va a pensar la gente si me divorcio! Es que mi madre me dice que debo aguantar.”
Se notaba la fuerza de la programación de una familia muy tradicional. De unos valores pasados de moda, que piensan que pase lo que pase se debe permanecer casado y en pareja. Hasta la muerte.
¿Pero, de verdad tú quieres seguir viviendo así?
En su interior sabía que el mejor camino para volver a la vida era poner punto y final a su matrimonio, pero la losa de su educación, y la conciencia social que le habían inculcado desde bien pequeña, le pesaba todavía más que la angustia vital que cargaba sobre sus hombros.
Yo le pregunté ¿piensas que tu relación de pareja ha llegado a su fin? ¿Crees que ya lo has dado todo y que no hay posibilidad de reavivar la relación?
Se echó a llorar porque su corazón le susurraba la verdad. Le pedía a gritos que tomara la ansiada libertad pero su mente la quería convencer de que lo correcto era permanecer atada al carcelero, al que ella le había consentido para que apagara sus ganas de vivir. Era un mar de dudas y no sabía qué tenía que hacer.
Estaba acostumbrada a que tomaran las decisiones por ella y a obedecer sin rechistar. Era lo que le habían enseñado, y tenía la esperanza de que yo tomara la decisión por ella.
Su hermana la había acompañado a nuestro despacho, ya que ella no se atrevía. La veía fustigarse y diluirse como un azucarillo día a día, y ya no sabía que más podía hacer para ayudarla.
Ella me preguntaba constantemente “entonces, ¿qué hago Javier, me separo o no? Quiero divorciarme pero tengo miedo.”
El miedo a lo que va a suceder es tu peor enemigo en el divorcio.
Deja de tomar decisiones desde la mente y empieza a escuchar a tu corazón. Nadie debería vivir sin sentirse inmensamente feliz, de tener cada día un nuevo día para sonreír.
POR QUÉ SE DIVORCIAN LAS MUJERES
Prácticamente la totalidad de las mujeres que llegan a nuestro despacho, toman la decisión de divorciarse por sus hijos.
O bien sucede algo delante de sus hijos que la impulsa a poner punto y final, o bien empiezan a darse cuenta de que lo que están viviendo día a día no es el ejemplo de vida que ellas quieren para sus hijos.
Tienen miedo de que al seguir en esa vida que tanto les pesa, sus hijos al crecer reproduzcan sus mismos errores y sean tan infelices como se sienten hoy ellas.
Una vez más, el amor hacia sus hijos es lo único que las mueve a poner punto y final a una relación, que lleva años consumida, agotada y sin ningún futuro.
Es curioso ver como muchas mujeres, cuando se convierten en madres, empiezan a olvidarse de ellas mismas. Se olvidan de que necesitan tener tiempo para ellas, y centran su vida única y exclusivamente en cubrir las necesidades de sus hijos. Se olvidan de vivir para ellas y empiezan a vivir la vida de sus hijos.
Esta madre que hoy os relato, era la viva imagen de aquella mujer que se ha abandonado por completo. Que se ha olvidado de ser mujer y se ha volcado en su vida a ejercer su papel de madre.
Estaba convencida de que ya no tenía derecho a volver a ser feliz. Que vivir infeliz era lo que le correspondía porque no había sabido ser una buena esposa como así quería ese hombre.
Esa pobre mujer, se culpaba del fracaso en su matrimonio y no se daba cuenta que no estaba sabiendo interpretar adecuadamente lo que ocurría en su vida. En realidad, la vida la estaba impulsando a vivir.
NERVIOS ANTE UN JUICIO
Hoy hace un año desde que le abrí por primera vez la puerta del despacho, y te puedo asegurar de que, si la ves hoy, ves a otra mujer. Ha recuperado gran parte de su vitalidad. Ha vuelto a sonreír. Su mirada vuelve a tener ese brillo de alguien que disfruta de vivir. Esta más joven, más guapa y poco a poco empieza a volver a ser ella misma.
Hoy me sorprendo escuchando su audio, en el que me dice “Javier, aquí, o custodia exclusiva para mí, o compartida, pero con todas las consecuencias. Si tanto quiere hacer ahora de padre como presume, que asuma todas y cada una de las consecuencias de lo que pide. Yo ya no voy a ser su chacha por más tiempo.”
Al escucharlo nuevamente, no puedo dejar de sonreír. Me viene a la mente la imagen de esa mujer destruida que llegó a la puerta del despacho, totalmente hundida y sin vida.
Hoy soy consciente de que, una vez más, hemos ayudado a recuperar las ganas de vivir de una buena mujer. Hoy me siento feliz de mi profesión, y de la forma de ejercerla en Casasempere abogados, porque nos ha permitido ayudar a otra persona a recuperar las ganas de vivir, algo que ya se le había olvidado.
Todavía no ha terminado su camino junto a nosotros, pero, por fin, empieza a dirigir su destino.
Todavía, por momentos, sale a relucir esa mujer asustada, destruida y sumisa, pero la mayor parte de su tiempo brilla esa mujer con ganas de vivir y ser feliz.
Hoy empiezo a ver una mujer que ha entendido que en la vida no pasa nada por decidir ser feliz. Hoy por fin, acepta todo lo que venga en su vida y, ante todo y sobre todo, decide ser feliz. Ni un marido, ni una pareja, ni unos hijos deben ser carceleros para tus ganas de vivir.
Recuerdo esa video llamada de hace unas semanas, justo tras recibir la contestación a nuestra demanda, en la que volvían a relucir todos sus miedos. Estaba asustada porque él había pedido la custodia compartida. Y se sorprendió con mi respuesta:
“Ya te avisé de que esto iba a ocurrir. Por desgracia, prácticamente todos juegan con lo mismo.
¿Y cuál es el problema? Quiere hacer de padre, pues que lo haga. Mejor. Así empiezas a disfrutar de tener tiempo libre para ti.
¿No te parece que ya has dedicado suficientes años de tu vida a los demás? ¿No crees que te mereces empezar a ser feliz? Te mereces un descanso y que sea otro el que asuma el peso de la responsabilidad de ser padres.
Está pretendiendo jugar con tus miedos. Quiere precisamente esto. Que te angusties pensando que tus hijos van a tener que estar con él.
Tienes que vencer tu temor. Y, además, tienes una gran ventaja, tus hijos adoran irse con su padre. Que se apañe con ellos. Es muy bonito decir a gritos quiero ser padre, hasta que te toca serlo a diario sin nadie a tus espaldas que te lo haga todo (cenas, baños, ropa, almuerzos, limpieza…etc.)
¿No quiere ser padre? Pues que lo sea. Perfecto, eso que ganan tus hijos y eso que ganas tú.”
Hoy, por fin, empieza a comprender, que por el hecho de que el padre de sus hijos quiera compartir su tiempo con ellos, y pedir la custodia compartida, no pasa nada. No hay nada malo en ello, al contrario.
Nuestro mayor trabajo con las madres divorciadas como tú, es ayudaros a entender que, compartir el tiempo de tus hijos con su padre, no es perder o renunciar a su vida, sino, muy al contrario, es volver a ganar tu propia vida. Es volver a pensar en ti.
Hoy se la ve feliz, porque con el paso de los meses se ha dado cuenta de que todo cuanto ella creía que era la vida no era verdad, realmente se puede ser feliz.
Hoy se ha dado cuenta de que sus miedos eran mucho más miedos en su cabeza. Ha podido comprobar que, a cada paso que da hacía su libertad, no pasa nada. Que puede vivir y que puede volver a ser feliz lejos de su marido.
Nadie debe permanecer atado a una relación de pareja en la que viva infeliz.
La mayoría de hombres cuando su mujer decide separarse piensan que es porque los han sustituido. Creen que ha aparecido otro hombre en su vida que va a ocupar su papel, aunque, en realidad, la gran mayoría de mujeres, toman la decisión de divorciarse porque ya no soportan su vida. La infelicidad las consume y las ahoga. Las mujeres suelen tardar mucho más que los hombres en rehacer sus vidas personales.
Las mujeres necesitan curar sus heridas, y volver a sentirse bien con ellas mismas antes de entregarse nuevamente al amor. Hombres y mujeres, como en todo, somos diferentes, y nos mueven objetivos muy diferentes.
Lo que jamás podemos olvidar es que necesitamos vivir, sonreír, disfrutar. La vida es demasiado corta como para pasarla sufriendo y padeciendo, angustiada o preocupada.
Mujer, si hoy estás leyendo este post y te sientes identificada, empieza a vivir. Empieza a disfrutar de cada instante porque la vida te cambia en un solo pestañeo.
Tu divorcio no es el fin de tu vida, es la puerta que se abre en tu vida para volver a empezar a vivir. Es la segunda oportunidad que te da la vida para que realmente puedas ser feliz.
En Casasempere abogados nos encanta guiarte en tu camino para que puedas llegar hasta esa puerta y volver a sonreír. Así que recuerda, querida divorciada,
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Muchas Gracias
Javier González González
Padre, Divorciado y experto apasionado del Área de Familia en Casasempere abogados
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
¿Cómo decido si me divorcio o no?
El divorcio es una de las grandes decisiones de la vida, y para tener paz a la hora de tomar la respuesta correcta a todas las preguntas que te hagas, te aconsejamos que busques un lugar tranquilo, sin nada que te interrumpa, y tras madurarlo y hacerte todas las preguntas necesarias, decide desde el corazón.
¿A qué le doy prioridad cuando decido si me divorcio, a mí o a mis hijos?
Indudablemente haz de tomar la decisión pensando primero en ti, ya que por mucho que quieras a tus hijos, por mucho que los queramos, nunca les ayudarás si antes no te ayudas a ti mismo. Si tu estás bien, tus hijos también lo estarán y si estás mal, y decides continuar con una relación a pesar de no ser feliz, tus hijos también lo sufrirán y tampoco serán felices.
¿Si me divorcio voy a perder a mis hijos?
Por supuesto que no. Compartir el tiempo de tus hijos con tu ex, su padre o madre, no es perder o renunciar a su vida, sino, muy al contrario, es volver a ganar tu propia vida. Es volver a pensar en ti.
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